Si bien no era una noche tal vez romántica, siquiera una aventura soñada, fue un lugar oportuno y hasta certero.
Era completamente sobre abrumador la cantidad de sombras que invadían la pista, probablemente jamás podré descifrar el número exacto, ni saber cómo llegué a unirme a ellos. Sólo recuerdo la melodía tan pegajosa de la música, como el entusiasmo de mis presuntos "conocidos".
Lo único que puedo afirmar es que de un momento al otro, me sentí arrastrada a la pista de baile, dónde me consumí totalmente, mi mente, mi cuerpo, desaparecieron de allí. La fiesta y yo, éramos uno sólo.
Los entes desconocidos de aquella celebración, sin preocupación alguna se incrustaban por un lado de mi carne, como si no estuviese allí, o como si no existiera dolor en él. Sin embargo, a mi mente no le importó el dolor que le pudo profesar aquellos roces, sólo continuó unido a la energía que consumía totalmente su cordura.
Como no todo puede mantenerse unido por siempre, hubo un momento propicio, de un toque suave y tierno, que despertó mis sensaciones lejanas de allí, y las disparó nuevamente a la tierra que tocaba. El calor que emanó en su toque era casi celestial, lejano del sombrío de los cuerpos extraños, definitivamente había revolucionado mis sentidos.
Lentamente se acercó a mi oído, y aunque no pude escuchar exactamente lo que quiso expresar, el tono de su voz aturdió la música en mi carne, que se asimilaba a un delirio de los mismos dioses.
Por supuesto, no es algo que yo haya podido percibir tan objetivamente, pues, como recuerdo, todo pasó muy rápido, no tuve oportunidad en aquél momento sentir como lo planteo en estos momentos, pero sí... Lo recuerdo con admiración, aquellas sensaciones que él pudo incrustar en mí.
Sonrió, y me atrapó con la luz que resaltó de aquella mueca tan alegre. Esta vez nuevamente emanó un sonido a mi oído, que pude oír con claridad "¿Quieres bailar conmigo?" Dijo dulcemente, mientras observaba mis ojos con suma atención. Obviamente me coloqué nerviosa, no supe qué responder, por lo que me dejé arrastrar por su mano, rindiéndome al baile, dialogando con él con unas pocas frases.
"¿Cómo te llamas?" Comenzó diciendo él, a lo que rápidamente respondí con alegría, "Paula ¿y el tuyo?", me miró nuevamente con su hermosa sonrisa, respondiendo con amabilidad "Francisco" Y así, fue como comenzó todo, un recuerdo que no deja de resonar en mis más sensatos pensamientos de aquél Septiembre.
Mucha memoria de esa noche no tengo, la adrenalina era muy alta, además de un baile un tanto acalorado y agotador, como también persuasivo y a la vez dulce.
De un momento a otro, me impulsó hacía a él, abrazándome, bailando más apegados de lo que ya estábamos, pude sentir su aroma penetrando mi alma. Simplemente, me atrapó, tentó mis deseos carnales, esos deseos tan tentadores como el peligro, que quemaban tanto como el fuego.
Pude sentir su respiración sobre la mía, su piel se hallaba increíblemente cercana a la mía, como sus labios peligrosamente casi por sobre los míos, me sonrojé, mientras él me miraba exhaustivamente el rostro... No lo pude evitar, su energía, su esencia, todo me provocaba. El corazón podía sentirlo casi en mi garganta, latiendo lo más fuerte posible, hasta que él pudo empujarme al vacío del barranco, cuando finalmente colocó sus labios con los míos, sentí que estaba en llamas, y que el mismo diablo me arrastró al pecado, pero qué pecado más satisfactorio.
Luego de unos minutos, detuvimos la danza, tomó mi mano con suavidad, y me llevó a un asiento alejado de la pista de baile. Estaba embelesada, él había hechizado mi mente y cuerpo, estaba tan hipnotizada que sus encantos prometían casi una fantasía de cuento.
Pero, como nada dura para siempre, sobre todo lo bueno, un ente del cual siquiera me fijé, dijo con voz desesperada "nos tenemos que ir", él me miró, algo entristecido, besó mis labios por última vez, diciendo "Nos veremos". Sin embargo, en el momento que lo dijo, yo sabía que aquél principio tenía su mismo fin de una noche.

No hay comentarios:
Publicar un comentario