sábado, 18 de mayo de 2013

La historia comienza.~

Suspiré, como cada mañana al levantarme. Acomodé mi cabello hacia el lado izquierdo, separándolo en tres partes, y así, envolverlos en una trenza como era de costumbre.
Me aproximé al ventanal junto a mi cama, aún no era completamente de día, "debe ser muy temprano", pensé a mis adentros, el gallo no se había levantado a reinar con su estruendoso canto, por lo que aún tenía tiempo para arreglarme e ir a la cocina como siempre. 
Después de mi baño cerca del establo, procedí a colocarme mis estropajos para trabajar, ya era cosa de rutina, nunca me detenía a observar nada de mi alrededor, desde que llegué a Alemania junto a mi madre, que se me fue enseñada a no andar con rodeos, ni siquiera de tener un pensamiento u opinión acerca de alguna temática. Sin embargo, mi sueño fue interrumpido antes de lo esperado, y pensé "¿por qué no darme 5 minutos para respirar?" No creo que haya algo de malo en eso, ¿o sí?, además, ni contacto puedo llegar a tener con el resto de la gente que convive conmigo en la cocina, y menos en la gran mansión, en la cual yo me encontraba hospedada. A pesar de que gente iba y venía, me sentía extremadamente sola, ¿y cómo no? Si todos los días era lo mismo; mantener cabeza gacha, ir por el trigo, llevarlo a la cocina, preparar el pan, hornearlo. Para luego cargar el canasto repleto de ellos hasta la panadería de los amos. Realmente estoy muy agotada, el ocio acumulado en mí, era extremadamente grande, aunque, la verdad, presentía que algo iba a ocurrir, despertarme antes de lo usual, era algo que sobresalía de mis esquemas.
Me coloqué mis botas cafés para el barro, fui al campo de trigo, recortando los más bellos que pudiesen parecerme, y los coloqué dentro de la canasta. Luego de ya extraer lo suficiente, me senté, y respiré con la mayor despreocupación posible, dejando que la brisa acariciara mi rostro. Cerré los ojos, y por un momento, me imaginé en los brazos de mi madre... La extrañaba por montones, no tenía a nadie más conmigo, desconozco aún las razones por las cuales estoy en este país, y no en la vieja Italia, sin embargo, no me quejo, mientras tenga comida, y un lugar donde vivir. Me sentí ahogada en un sueño, no me había nunca percatado lo bello que era el campo, cómo la luz del sol mantenía el color de las margaritas que se hallaban próximas a los trigos; cómo el viento se balancea entre las copas de los árboles; y cómo los pájaros disfrutan del gran cielo azul. 
Sonreí, mientras escuchaba la brisa crujir las hojas. Tomé el canasto, para luego ir rumbo hacia la cocina, y quedarme allí el resto del día como todos los días, desde hace 16 años.
Entretanto escuchaba la naturaleza, y mis pasos que creaban melodía con la tierra, recordé que la noche anterior la cocinera me había solicitado recoger temprano los panes que estarían en el ante jardín de la mansión. 
Apresuré el paso, no sabía si estaba muy temprano o muy tarde, probablemente vacilé mucho tiempo, o sólo unos segundos, no lo sé, esperaba no haber malgastado mi tiempo. 
Al entrar a la panadería, no se encontraba ni un alma perdida, por lo que pude suspirar con alivio, ese gran nudo en el pecho que se me había creado mientras caminaba hacia allá. 
Coloqué cuidadosamente, los 30  panes dentro de la canasta, que se juntaban con el trigo recolectado hace un rato. Se sentía pesado, no sabía si podría lograr llegar a la cocina con ellos intactos, era más peso de lo que normalmente puedo sostener. 
Tomé el canasto con todo mi posible peso, y caminé hacia el ante jardín, recordé que muchas veces me habían advertido que los amos les gustaba pasar tiempo allí, pero, "¿quién podría estar a esas horas de la mañana ahí?" medité hacia mis adentros, extrañamente, tenía la esperanza de encontrarme con alguien, para siquiera escuchar y entablar una conversación con alguien, quién sea, no me importaba quién fuera. Verdaderamente, ya me sentía hostigada hablando con mi persona, y tantas veces me he preguntado si será realidad lo que mi madre decía... "Cuando algo sale de lo normal desde tempranos del día, es porque algo bueno en tu vida pasará", sonreí torpemente, y cerré los ojos casi por inercia, que sin darme cuenta de ello, tropecé con la roca que daba con el ante jardín.
Me golpeé la cabeza con el canasto, los panes se dieron el lujo de saltar desordenadamente por todo el suelo, y podía sentir cómo mis rodillas eran acariciadas por la sangre que la tierra me propinó con la caída.
De pronto, escuché una voz;

-¿Estás bien?- Enseguida me paralicé, era una voz masculina, probablemente de uno de los caballeros que vive en la mansión. "No debo de mirarle" pensaba, "si lo hago, lo más certero sea que me echen de aquí". 
-S-sí, estoy bien, no se preocupe.- La verdad, me dolían mucho las rodillas, sentía que no podía levantarme, y mi cabeza me pesaba por el golpe.
-La verdad, es que no te creo. Vi cómo te caíste, además, tus rodillas están sangrando.- Me sorprendí al escucharlo hablarme así, y no supe qué responder.
-Ven, déjame ayudarte.- Dijo de una forma relajada, pero, preocupada. Me tomó de los brazos con fuerza, y me levantó como si fuese un costal de plumas. 
-Déjame mirarte- Exclamó con ternura, levantando mi barbilla, que testarudamente, mantenía baja, por órdenes que me rehusaba a desobedecer.
-Por favor, no te haré daño, necesito ver si estás bien- Tomó mis mejillas con delicadeza, y se agachó, mirándome detenidamente, hasta llegar a mis ojos. Me sorprendí, y no pude evitar sentir que mi rostro se tornaba rojo. 
-¿Te he visto antes?- Dijo, con una sonrisa.
-No señor, temo que nunca antes hemos cruzado caminos.- Dije algo nerviosa, sus ojos penetraban mi alma por completo, me observaba de una manera refrescante y cálida, su rostro de porcelana, moreno, y ojos marrones, sus facciones tan varoniles, y su tono de voz, profunda, como calmada.
-Hmm... Es verdad, si te hubiese visto antes, lo recordaría, una niña tan bella como tú no se ve en todos lados. Por demás, posees un cabello extremadamente largo, y se entona perfectamente con la luz del sol.- Me dijo, sosteniendo mi barbilla. Sentí que mis piernas temblaban, y que nuevamente caería rendida a sus pies. Sonaba tan seguro de lo que decía, mientras sostenía con su otra mano un libro extremadamente grueso. 
-S-señor, lo siento mucho, pero, no se me está permitido, hablar con usted, debo marcharme.- Estaba realmente atónita, y debía irme de allí, si me veían con él, era de lo más seguro que no tendría oportunidad alguna, por si fuese poco, un hombre como él, jamás estaría conmigo, soy una simple empleada, ¿qué podía hacer yo de maravilloso?.
Tomé rápidamente, todos los panes que pude, y traté con una alabanza saludarlo, cuando rápidamente, sentí su mano rodeando mi brazo.
-¿Te puedo volver a ver? Estoy cada mañana aquí en el ante jardín leyendo, me gustaría que me hicieras compañía.- Dijo sosteniéndome fuerte, mirando directamente mi rostro, como si me conociese de toda una vida. Mientras que yo sentía, que mi corazón latía cerca de mi garganta. 
Asentí con la cabeza, y huí lo más rápido que mis pies pudieron brindarme. ¿Qué me estaba pasando?, jamás lo había visto, pero... ¿Por qué siento que debo volver a verlo?.-

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